Russell M. Nelson, Presidente General de la Escuela Dominical El ayuno es un asunto muy personal, que generalmente se hace con una preocupación específica en mente. Por lo tanto, el propósito del ayuno y las consideraciones especiales del individuo involucrado rigen la motivación y la naturaleza del ayuno.
La mayoría de nosotros ayunamos en relación con nuestra membresía en la Iglesia y su ley del ayuno. En general, hay tres propósitos para dicho ayuno. El primero es aumentar la humildad y la espiritualidad del individuo que ayuna. El segundo es proporcionar ayuda a los necesitados aportando ofrendas de ayuno equivalentes al valor de los alimentos que no se han consumido. En tercer lugar, se pueden obtener beneficios físicos a nivel personal.
En el Manual General de Instrucciones (1968, p. 40), leemos: «Una observancia adecuada del día de ayuno consiste en abstenerse de comer y beber durante dos comidas consecutivas, asistir a la reunión de ayuno y testimonio, y hacer una ofrenda generosa al obispo para el cuidado de los necesitados.» Así, el uso del agua queda excluido en este tipo de ayuno.
Ahora, una palabra de advertencia: algunos razonan falazmente que si un poco de algo es bueno, mucho es mejor. La desaconsejabilidad del ayuno excesivo fue explicada con cierto detalle en el Boletín del Sacerdocio de junio de 1972: «Se nos ha informado de que algunos… realizan ayunos bastante prolongados. No es aconsejable que lo hagan. Si hay un asunto especial por el que deban ayunar, si ayunan un día y luego van al Señor humildemente y piden sus bendiciones, eso debería ser suficiente». Además, Joseph F. Smith aconsejó sabiamente: «Muchos están sujetos a la debilidad, otros son delicados de salud, y otros tienen bebés lactantes; a éstos no se les debe exigir que ayunen. Tampoco deben los padres obligar a sus hijos pequeños a ayunar». (Doctrina evangélica, p. 244.)
Se entiende que la generosa ofrenda al obispo representa el equivalente económico de al menos dos comidas. Una donación liberal tan reservada y dedicada a los pobres ennoblece el alma y ayuda a desarrollar la caridad, uno de los mayores atributos de un carácter humano noble. (Véase 1 Cor. 13.)
Los beneficios personales derivados del ayuno son sustanciales. Las escrituras nos dicen que cierta clase de demonio no sale sino con el ayuno y la oración. (Véase Mateo 17:21.) La supremacía del espíritu sobre los apetitos del cuerpo se afirma mediante la disciplina mental del ayuno. Esta fuerza nos fortalece en nuestro combate con otras tentaciones impulsadas por los apetitos físicos que, si no se controlan, serían destructivas para nuestro bienestar. Aunque algunos tienen condiciones físicas que impiden el ayuno, la mayoría de las personas no están excluidas por este motivo. Para mí, un período de ayuno de comida y bebida completado con éxito en el día de ayuno aporta un grado de confianza en uno mismo. El ayuno es una prueba real para uno mismo y para su creador de gratitud por el don de la salud y la fuerza que le permite ser capaz de ayunar. Sin duda, esto es un gran privilegio y una bendición.