En el ARFID, los individuos restringen o evitan los alimentos hasta el punto de ser incapaces de satisfacer las necesidades nutricionales del cuerpo. Sin embargo, a diferencia de otros trastornos alimentarios comunes, esto ocurre en ausencia de problemas o preocupaciones sobre la imagen corporal. Los signos más comunes incluyen la imposición de límites crecientes a los alimentos, el tamaño de las porciones o el número de comidas al día, así como la agresión verbal, la irritabilidad o la sensación de agobio durante las comidas.
«El ARFID se diagnostica con mayor frecuencia en la infancia o la adolescencia, y suele estar vinculado a otras condiciones comórbidas», explica el doctor Asad Hussain, director médico asociado del Centro de Trastornos Alimentarios de Princeton. «El primer paso puede ser descartar una razón médica con un gastroenterólogo. A partir de ahí, una evaluación psiquiátrica exhaustiva es vital para arrojar luz sobre la causa subyacente, lo que nos lleva al curso correcto de tratamiento.»
Las condiciones que con frecuencia coocurren con la ARFID incluyen:
- Un trastorno de ansiedad como el trastorno obsesivo/compulsivo. Esto puede precipitar la ARFID, pero también puede desarrollarse como resultado del miedo a comer.
- Traumatismos pasados relacionados con la alimentación, como atragantamientos o vómitos excesivos. Aquellos con traumas pasados pueden incluso temer que morirán si comen ciertos alimentos.
- Un trastorno del procesamiento sensorial que implica aversión al olor, sabor o textura de los alimentos. Los terapeutas ocupacionales del Centro Médico Princeton pueden evaluar esta condición.
Para los niños y adolescentes en crecimiento, la nutrición inadecuada es una preocupación importante que puede conducir a efectos a más largo plazo, como el retraso en los hitos y la incapacidad de alcanzar una altura óptima.
«Nos centramos en el restablecimiento del peso para que los pacientes estén médicamente estables, al tiempo que ofrecemos psicoterapia y psicoeducación tanto para los pacientes como para sus familias», dice el Dr. Hussain. «La prevención de recaídas es una parte clave del tratamiento desde el primer día, y ofrecemos herramientas que pueden llevarse a cabo en el entorno doméstico.»
La medicación también puede ser eficaz para algunos niños y adolescentes con ARFID. Dependiendo de las condiciones comórbidas, pueden utilizarse neurolépticos o medicamentos ansiolíticos/antidepresivos para estimular el apetito y disminuir la ansiedad y la impulsividad sin efectos cognitivos negativos. Cuando es necesario, los medicamentos se inician con una dosis baja y se titulan a un ritmo conservador para identificar la dosis terapéutica óptima.
«Elaboramos estrategias día a día entre las disciplinas para identificar y abordar las necesidades de los pacientes a medida que evolucionan», añade el Dr. Hussain. «Este tipo de colaboración ayuda a garantizar un mayor éxito en el tratamiento».