Cuando Buda enseñó que es posible liberarse del dolor y la confusión, y que esta libertad da lugar a un bienestar y una felicidad duraderos, también trazó el camino que conduce a esta meta. La meditación es una parte integral de este camino, junto con el comportamiento basado en principios.
Bajo el paraguas de la meditación, encontramos las técnicas que Buda enseñó directamente, así como otras que han sido desarrolladas y transmitidas por sus seguidores más sabios y experimentados. Cuando el budismo se extiende a diferentes tierras, adquiere diferentes sabores, y lo mismo ocurre con la meditación. Desde la atención plena hasta las prácticas de visualización, algunas formas son muy tranquilizadoras y otras muy coloridas.
Lo que las técnicas de meditación budistas tienen en común es su propósito: ayudarnos a mantenernos centrados y alerta; reconocer y relacionarnos con nuestras experiencias con ecuanimidad y serenidad; y, en última instancia, iluminarnos. En el camino, aprendemos a ponernos en el lugar de los demás y a distanciarnos de las reacciones emocionales inútiles. Esto tiene un impacto positivo en nuestras relaciones y en nuestro propio bienestar: descubrimos que la meditación nos ayuda a encontrarnos con la vida con un corazón abierto y confiado.
Las circunstancias externas siempre están cambiando. Al reforzar nuestra capacidad de trabajar con el momento presente y darnos espacio para explorar nuestra mente, la meditación engendra cualidades de equilibrio, empatía y felicidad que dependen cada vez menos de causas y condiciones que escapan a nuestro control. Obtenemos conocimientos sobre la naturaleza de la mente y la realidad y aprendemos a ponerlos en práctica en el camino hacia la libertad.