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Lo que sigue es una transcripción de este vídeo.
«El bien no se hace mejor al ser exagerado, sino peor, y un pequeño mal se convierte en uno grande al ser despreciado y reprimido. La sombra es muy propia de la naturaleza humana, y sólo de noche no existen sombras.»
Carl Jung, Psicología y Religión
Carl Jung subrayó que la meta adecuada de un individuo es la plenitud, no la perfección. El camino hacia un carácter más grande, hacia un enfoque más eficaz de la vida, radica en la integración de aquellos elementos de nuestra psique que durante demasiado tiempo han sido reprimidos y negados, los elementos que conforman lo que Jung llamó nuestro lado inconsciente de la sombra. ¿Qué es lo que la mayoría de la gente niega y reprime en su sombra? Todo lo que la sociedad considera malo o inmoral, todo lo que es mal visto por nuestra familia o compañeros, todos los rasgos que cuando se expresaron inicialmente fueron ridiculizados, rechazados o recibieron un castigo.
Pero dado que ningún código moral es perfecto y ninguna familia o grupo de iguales es ideal, al adaptarnos al mundo social no sólo reprimimos elementos destructivos de nuestra personalidad, como nuestra sexualidad desenfrenada, la ira y los impulsos animales indómitos, sino que también reprimimos características positivas y que promueven la vida. Tal vez nuestra asertividad estaba mal vista, nuestros primeros intentos de creatividad fueron ridiculizados, o tal vez nuestra competitividad o ambición fueron consideradas por nuestros allegados como una amenaza. Como resultado de la represión de elementos de nuestra personalidad en nuestra sombra, nos convertimos en personas dóciles, obedientes, predecibles -quizás simpáticas-, pero a costa de nuestra vitalidad y plenitud psicológica. En este vídeo, vamos a explorar cómo integrar nuestra sombra, y analizar la conexión entre nuestra sombra y la grandeza del ser. Porque como escribió Edward Whitmont:
«La sombra, cuando se realiza, es la fuente de la renovación…Cuando hay un impasse, y un tiempo estéril en nuestras vidas, a pesar de un adecuado desarrollo del ego – debemos mirar al lado oscuro, hasta ahora inaceptable, que ha estado a nuestra disposición consciente.»
Edward Whitmont, Encuentro con la sombra
Para empezar, debemos examinar cómo nuestro «lado oscuro, hasta ahora inaceptable «puede ser una llave para desbloquear nuestro potencial. Porque, ¿no nos advierte la sabiduría convencional que nuestro lado oscuro consiste en una maldad que debemos superar? Pero la conexión entre la integración de nuestra sombra y el desarrollo de un carácter más grande se hace evidente cuando entendemos la afirmación de Jung de que la integración de la sombra conduce a la autosuficiencia.
«…esta integración …conduce a la desobediencia y al asco, pero también a la autosuficiencia, sin la cual la individuación es impensable.»
Carl Jung, Psicología y Religión
Al tomar conciencia de la sombra, primero como concepto intelectual, y luego a través de la introspección y la reflexión buscamos descubrir en qué consiste nuestra propia sombra personal, despertamos a un conflicto moral, a la inquietante idea de que una parte de nuestra personalidad está en desacuerdo con la moral contemporánea y con lo que nuestra familia, nuestros compañeros y la sociedad juzgan como bueno y malo. En el intento de proteger nuestra personalidad, este reconocimiento puede motivarnos a adoptar una postura con Nietzsche «más allá del bien y del mal», y a examinar la moral en la que hemos sido socializados. Al someternos a ese examen, es probable que descubramos cuánta hipocresía, complacencia y miedo subyacen en muchos de los mandatos morales que obedecemos y, además, que el ridículo y la condena moral suelen estar impulsados por la envidia. En respuesta a esta constatación, podemos sentir la necesidad de comportarnos de forma menos acorde con el código moral dominante de nuestros días, formas consideradas «malas» por la moral social. No es que queramos volvernos «malvados» en el sentido de volvernos criminales o de cometer actos atroces contra nuestros semejantes, sino «malvados» en el sentido de desprendernos de lo que vemos como los defectos de nuestro código moral para poder reconectar con las partes de nuestra personalidad que perdimos en nuestra sombra hace tiempo. Como explicó Erich Neumann, un alumno de Jung:
«El análisis psicológico de cualquier desarrollo normal dejará claro que, si ha de crecer, no es meramente inevitable sino realmente esencial que el individuo haga y asimile una cierta cantidad de maldad, y que sea capaz de superar los conflictos implicados en este proceso. El logro de la independencia implica la capacidad del ego no sólo de adoptar los valores del colectivo, sino también de asegurar la satisfacción de aquellas necesidades del individuo que van en contra de los valores colectivos -y esto implica hacer el mal.»
Erich Neumann, Psicología profunda y una nueva ética
La mayoría de la gente se horroriza ante la idea de cuestionar, o Dios no lo quiera, de romper el código moral en el que se han socializado. Creen que los juicios de valor sobre el bien y el mal que les imponen la escuela, los padres, los compañeros y la sociedad, están escritos en el tejido de la propia realidad. No entienden que una moral, como una sociedad, puede estar enferma y necesitar ser superada. Y así, para el hombre y la mujer comunes, la existencia de la sombra supone una amenaza demasiado grande para su frágil imagen de sí mismos, una imagen de sí mismos que se construyó a lo largo de años de adaptación a lo que creían que los demás esperaban y querían que fueran. Pero al no reunir nunca el valor para enfrentarse a los elementos de la sombra, ésta no desaparece. Al contrario, nos coloca en la desafortunada posición de ser susceptibles de ser poseídos por su lado destructivo, de seguir los trágicos pasos del Dr. Jekyll y el Sr. Hyde. Porque en público, la mayoría de la gente es concienzuda, moral y moderada. Pero a puerta cerrada y en la comodidad del hogar, su sombra les convierte a veces en marionetas, víctimas inconscientes de adicciones, extrañas compulsiones, ataques de ira irracional y un sinfín de comportamientos autodestructivos.
«El hombre tiene que darse cuenta de que posee una sombra que es el lado oscuro de su propia personalidad… aunque sólo sea por la razón de que a menudo se ve abrumado por ella»
O como advirtió Carl Jung:
Al no ser consciente de tener una sombra, declaras inexistente una parte de tu personalidad. Entonces entra en el reino de lo inexistente, que se hincha y adquiere enormes proporciones… Si te deshaces de las cualidades que no te gustan negándolas, te vuelves cada vez más inconsciente de lo que eres, te declaras cada vez más inexistente, y tus demonios engordarán cada vez más.»
Carl Jung, Análisis de los sueños: Notas del seminario impartido en 1928-1930
Como negar nuestra sombra sólo nos hace propensos a ser poseídos por su lado destructivo, integrar nuestra sombra en nuestra personalidad consciente es crucial para nuestro bienestar. Para obtener una visión de cómo hacerlo, vamos a centrarnos en la integración de una característica de la sombra que muchos de nosotros necesitamos integrar desesperadamente: la agresión. En la sociedad moderna, la palabra agresión suele estimular pensamientos de violencia y destrucción. En otras palabras, sólo nos centramos en un lado de la moneda agresiva. Sin embargo, existe una forma saludable de agresión que no sólo es importante para nuestra salud psicológica, sino también para nuestra supervivencia. Esta forma de agresión alimenta nuestro sentido de la propiedad, nos anima a enfrentarnos al miedo y enciende el impulso de explorar y dominar el mundo exterior e interior.
«La agresión no es necesariamente destructiva», escribió la psicoanalista Clara Thompson. «Surge de una tendencia innata a crecer y dominar la vida que parece ser característica de toda la materia viva. Sólo cuando esta fuerza vital se ve obstruida en su desarrollo, los ingredientes de la ira, la rabia o el odio se conectan con ella».
Clara Thompson, Psicoanálisis Interpersonal
Desgraciadamente, para muchos de nosotros la fuerza vital de la agresión fue obstruida a lo largo de nuestro desarrollo. Nuestras manifestaciones de agresividad, ya sean constructivas o de otro tipo, no fueron respondidas con estímulo o comprensión, sino con ceño fruncido, castigos e incluso violencia. Y así, para adaptarnos a nuestro entorno y minimizar el conflicto, aprendimos a reprimir nuestra agresividad en nuestro lado oculto, y a partir de entonces nos volvimos susceptibles al peligro, la rabia y el odio. Basándose en décadas de experiencia con pacientes, el psicoterapeuta Alexander Lowen observó que:
«Muchos individuos tienen una rabia asesina inconsciente que sienten que deben mantener enterrada por miedo a su potencial destructivo… Esa rabia es como una bomba sin explotar que uno no se atreve a tocar.»
Alexander Lowen, Joy
Si hemos reprimido nuestra agresión en nuestra sombra, ¿cómo podemos integrarla de manera que alivie nuestra ira y nos impulse hacia la plenitud y la grandeza de carácter? El siguiente pasaje ofrece algunas advertencias y pistas pertinentes:
«No existe una técnica generalmente eficaz para asimilar la sombra. Se parece más a la diplomacia o al arte de gobernar y es siempre una cuestión individual. Primero hay que aceptar y tomar en serio la existencia de la sombra. En segundo lugar, hay que tomar conciencia de sus cualidades e intenciones. Esto ocurre mediante la atención consciente a los estados de ánimo, las fantasías y los impulsos. En tercer lugar, es inevitable un largo proceso de negociación».
Daryl Sharp, Léxico de Jung
Después de tomarnos en serio la existencia de la sombra, tenemos que prestar mucha atención a nuestros estados de ánimo y fantasías. ¿Experimentamos una ira latente sin razón aparente? ¿Quizás tenemos fantasías recurrentes nacidas del resentimiento, la amargura, el odio a uno mismo, el deseo de destrucción o de venganza? En cualquier caso, es probable que no hayamos integrado adecuadamente nuestra agresividad en nuestra personalidad consciente. Para iniciar este proceso de integración, podemos buscar salidas seguras, controladas y productivas para empezar a actuar con más agresividad. La salida más obvia es encontrar un deporte de competición, un arte marcial o un régimen de ejercicio en el que podamos empezar a reconectar con nuestros instintos agresivos. Pero también podemos, por ejemplo, trabajar para ser más asertivos en nuestro comportamiento, más decisivos en nuestras elecciones, más declarativos y protectores de nuestros límites personales, o más inclinados a mantenernos firmes cuando nos ponen a prueba nuestros compañeros de trabajo, familia o colegas. Como explicó Jung:
«…esta integración no puede tener lugar y ser puesta a un propósito útil a menos que uno pueda admitir las tendencias ligadas a la sombra y permitirles cierta medida de realización – atemperada, por supuesto, con la crítica necesaria.»
Carl Jung, Psicología y Religión
Mientras nos sometemos a este proceso, debemos tener cuidado de no compensar en exceso nuestro comportamiento.
«De todo mal te considero capaz:» escribió Nietzsche. «Por eso quiero el bien de ti. En verdad, muchas veces me he reído de los débiles que se creían buenos porque no tenían garras.»
Nietzsche, Así habló Zaratustra
Porque el objetivo al integrar nuestra agresividad no es convertirnos en una mala persona, sino entrar en contacto con las energías reprimidas y los potenciales necesarios para esculpir un carácter grande y poderoso. Queremos llegar a ser capaces de actuar con fuerza, no de ser contundentes; potencialmente peligrosos, no un criminal violento; capaces de defender lo que creemos y a nosotros mismos, no viciosos y mezquinos.
Si podemos extrapolar el método de integración que acabamos de describir y utilizarlo para integrar otras características de la sombra -quizás las relacionadas con nuestra sexualidad, nuestra creatividad, nuestra ambición o nuestro deseo de poder- empezaremos a notar que nuestra personalidad se transforma de muchas maneras dramáticas. Nos convertiremos en personas con más fundamento, más seguras de sí mismas, más independientes en sus juicios morales, más valientes y autosuficientes. En resumen, al integrar nuestra sombra nos acercaremos al ideal de la plenitud psicológica y éste es el ideal que produce la grandeza de carácter que tanto falta en este mundo moderno.
«La aceptación de la sombra implica un crecimiento en profundidad en el terreno del propio ser…nace una nueva profundidad y arraigo y estabilidad.»
Erich Neumann, Psicología de la profundidad y una nueva ética
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