Según el Catecismo de la Iglesia Católica, los frutos del Espíritu son perfecciones que el Espíritu Santo forma en nosotros como primicias de la gloria eterna.
Siguiendo la Carta de San Pablo a los Gálatas (Ga 5,22-23), la tradición de la Iglesia enumera doce frutos: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad.
Pero, ¿en qué consiste cada uno de ellos? En su libro Hablar con Dios, el padre Francisco Fernández Carvajal nos explica:
Cuando el alma es dócil a las inspiraciones del Espíritu Santo, se convierte en el árbol bueno que se da a conocer por sus frutos.
Los frutos del Espíritu –agrega el presbítero- en realidad son incontables, aunque San Pablo nos ha mostrado estos 12 a manera de ejemplo.
Aquí te dejamos la explicación de cada uno de ellos, tomada del texto del padre Fernández Carbajal:
Caridad
La caridad es el primer y más importante de los frutos del Espíritu Santo. El amor vertido en ella es la primera manifestación de nuestra unión con Cristo. La caridad delicada y operativa con quienes conviven o trabajan en nuestros mismos quehaceres es la primera manifestación de la acción del Espíritu Santo en el alma.
Gozo
La alegría y el gozo son consecuencia del amor. Por eso al cristiano se le distingue por su alegría, la cual permanece por encima del dolor y del fracaso.
Paz
La paz, fruto del Espíritu Santo, es ausencia de agitación y el descanso de la voluntad en la posesión estable del bien. Esta paz supone la lucha constante contra las tendencias desordenadas de las propias pasiones.
Paciencia
Las almas que se dejan guiar por el Paráclito producen el fruto de la paciencia. Este fruto ayuda a soportar con igualdad de ánimo, sin quejas ni lamentos estériles, los sufrimientos físicos y morales que toda vida lleva consigo.
Longanimidad
Este fruto del Espíritu Santo da al alma la certeza de que, si pone los medios, si hay lucha ascética y si recomienza siempre, se realizarán sus propósitos. Nos ayuda a hacer frente a los obstáculos que podamos encontrar, a superar las flaquezas, los errores y los pecados.
Benignidad
La benignidad es esa predisposición del corazón que nos inclina a hacer el bien a los demás. Este fruto se manifiesta en multitud de obras de misericordia, corporales y espirituales, que los cristianos realizan en el mundo entero sin discriminar a nadie.
Bondad
Es parecida a la benignidad. La bondad es una disposición estable de la voluntad que nos inclina querer toda clase de bienes para otros sin distinción alguna: amigos o enemigos, parientes o desconocidos, vecinos o lejanos.
Mansedumbre
El alma que posee este fruto del Espíritu Santo no se impacienta ni alberga sentimientos de rencor ante las ofensas o injurias que recibe de otras personas. Aunque sienta las asperezas de los demás, los desaires, las humillaciones (a veces muy vivamente por la mayor finura que adquiere en el trato con Dios), esta alma no se perturbará.
Fidelidad
Una persona fiel es la que cumple sus deberes, aún los más pequeños. Es en quien los demás pueden depositar su confianza. Nada hay comparable a un amigo fiel, dice la Sagrada Escritura. Su precio es incalculable. Ser fieles es una forma de vivir la justicia y la caridad.
Modestia
Una persona modesta es aquella que sabe comportarse de modo equilibrado y justo en cada situación. Aprecia los taletos que posee, sin exagerarlos ni empequeñecerlos, porque sabe que son un regalo de Dios para ponerlos al servicio de los demás. Este fruto del Espíritu Santo se refleja en el porte exterior de la persona: en su modo de hablar y de vestir, de tratar a la gente y de comportarse socialmente. La modestia es atrayente porque refleja la sencillez y el orden exterior.
Continencia y Castidad
El padre Fernández Carbajal explica estos frutos relacionados con la pureza del alma en una misma frase: Como por instinto, el alma está extremadamente vigilante para para evitar lo que pueda dañar la pureza interior y exterior, tan grata al Señor. Por lo tanto, estos frutos embellecen la vida cristiana y disponen al alma para entender lo que a Dios se refiere. Gracias a ellos podemos superar las grandes tentaciones si se lucha con decisión, sabiendo que nunca fallará la gracia del Señor.