Descubriendo la anatomía funcional de la ínsula humana durante el habla

Revisor #1:

Tengo una preocupación importante con este artículo tal y como está.

En primer lugar, las escalas de tiempo que se discuten son exclusivamente largas – 200 ms o más. Otros estudios de iEEG (por ejemplo, Brugge et al., 2003, y otros del grupo de Matt Howard en Iowa) demuestran una actividad auditiva evocada temprana, dentro de unas decenas de ms de la estimulación, además de las respuestas poblacionales mucho más tardías que se discuten aquí (y evidentes en el EEG no invasivo de todo el cerebro). La amplitud es mucho menor que la respuesta poblacional que se produce más tarde, pero la actividad más temprana es consistente con los retrasos de la conducción sináptica. El problema es que estas señales más tempranas y pequeñas pueden contener mucha información y ser funcionalmente importantes. En otras palabras, puede haber actividad de planificación en una amplitud más baja en la corteza insular, temprano, pero se está perdiendo.

Creo que, como mínimo, esta cuestión de la primera respuesta evocada (temprana) frente a la actividad de la población (tardía) debe ser discutida.

Realizamos un nuevo análisis de respuesta evocada, a petición del revisor, mirando a través de nuestras ROIs. No encontramos evidencia de potenciales prearticulatorios significativos en ninguna de las regiones insulares. Hemos añadido texto en los métodos relevantes para el análisis de ERP y hemos incorporado una nueva Figura 2-suplemento gráfico 3 en el manuscrito

«Para generar potenciales relacionados con eventos (ERPs; Figura 2-suplemento gráfico 3) los datos brutos fueron filtrados con paso de banda (0,1 – 50 Hz). Los ensayos alineados con el habla se promediaron juntos y la forma de onda resultante se suavizó (Savitzky-Golay FIR, tercer orden, longitud de marco de 151 ms). Los períodos de actividad significativa se determinaron como se ha descrito anteriormente. Todos los electrodos se promediaron dentro de cada sujeto, dentro de la ROI, y luego se utilizaron los promedios entre sujetos.»

Además, para ayudar a mejorar la presentación de nuestros datos resueltos en el tiempo, hemos generado una nueva representación 4D de la activación cortical utilizando MEMA, usando ventanas de tiempo más pequeñas (ventanas de 150 ms, desplazamiento central de 10 ms) (Vídeo 1), que muestra la progresión de la actividad prearticulatoria desde el IFG hasta el FO, pero no da lugar a la activación del IA.

Revisor #2:

Revisiones esenciales:

1) La mayoría de las afirmaciones principales del artículo son altamente especulativas. Para ser claros, los datos en sí parecen sólidos, y en su mayor parte, creo que es posible hacer afirmaciones novedosas a partir de los análisis que se hicieron. El problema es que se requieren grandes saltos lógicos para llegar a algunos de los datos, por ejemplo:

«la actividad en la ínsula posterior fue exclusivamente posterior al inicio del habla»

«No hubo diferencias en la amplitud de la activación con diferentes niveles de complejidad de la articulación, comparando las palabras monosilábicas simples de la tarea de nombramiento contra las respuestas de lectura compleja y de nombramiento multisilábico»

a la interpretación, por ejemplog.:

«implicando un papel no como región de planificación sino posiblemente como región de monitorización»

La afirmación sobre la ínsula posterior como región de monitorización (¿o es la integración auditiva y somatosensorial?) no tiene un apoyo claro en los datos o análisis. Se basa en el hecho de que las diferencias de respuesta con respecto a la línea de base no comienzan hasta después del inicio del habla acústica, y que la complejidad articulatoria (que varía entre las tareas) no afecta a la amplitud de la respuesta. No niego que estas interpretaciones puedan ser precisas, pero no veo ningún análisis que las pruebe explícitamente de forma falsable.

Nuestras afirmaciones se basan en una extensión razonable de los resultados que hemos encontrado – sin embargo, concedemos el punto de los revisores ya que la ínsula puede tener otras funciones más allá de las evaluables por los paradigmas experimentales presentados aquí. Por lo tanto, hemos eliminado cualquier referencia al papel de la ínsula posterior en la monitorización en el resumen y en las secciones de resultados. En la discusión, resumimos los hallazgos más destacados y hemos añadido este texto, para que los esfuerzos futuros puedan ser informados por nuestra perspectiva.

«En resumen, la ínsula posterior (i) carece de actividad prearticulatoria, (ii) carece de sensibilidad a la complejidad (Baldo et al., 2011), (iii) se activa por los sonidos producidos externamente y (iv) por los movimientos bucales que no son de habla. En conjunto, estos hallazgos sugieren la existencia de una región de monitorización sensorial -congruente con el papel de la ínsula en la integración auditivo-somatosensorial (Rodgers et al., 2008) donde tanto la actividad auditiva como la somatosensorial en la ínsula de los roedores es máxima durante la presentación coincidente, comparable a lo que vemos durante el habla autogenerada en humanos.»

Aquí hay otro ejemplo importante: la afirmación de que cualquier activación supraumbral en la ínsula anterior refleja en realidad la actividad neural en el opérculo frontal se basa enteramente en un análisis cualitativo de los electrodos en ambas regiones (Figura 5, subsección «Comparación de la ínsula anterior y el opérculo frontal»). Parece que los autores quieren afirmar que la baja amplitud y la proximidad a la FO significa que estas respuestas provienen realmente de la FO (subsección «Comparación de la ínsula anterior y el opérculo frontal»). Sin embargo, el análisis de la figura 5 parece sugerir que la actividad entre estas regiones es completamente diferente. Una forma de evaluar realmente esta hipótesis es simplemente correlacionar (de forma cruzada) la actividad entre las regiones (¿se puede predecir la FO a partir de la IA, y viceversa?), sin embargo, aquí no se hizo un análisis similar.

Motivados por los comentarios de los revisores, realizamos un análisis de correlación cruzada de los datos de los trazos de voltaje limitados a la banda gamma de los pares de electrodos dentro de estas regiones adyacentes (subsección «Comparación de la ínsula anterior y el opérculo frontal», subsección «Actividad de la ínsula posterior frente al giro temporal superior»). Como se esperaba, encontramos una correlación significativa entre las señales en la IA y el FO (r = 0,11, p = 0,008). Por el contrario, y también según lo esperado, en el análisis PI-STG, no encontramos una correlación significativa (r = 0,01, p = 0,74). Este texto se ha añadido a la sección de Resultados y la Figura 5 y la Figura 6 se han modificado como se indica a continuación.

«Debido a las trayectorias oblicuas utilizadas para el muestreo de la ínsula, la mayoría de los pacientes (n=13) con electrodos insulares anteriores también tenían un electrodo en la misma sonda (separación 5,7 ± 2,2 mm) que estaba localizado en el opérculo frontal (Figura 5C). Los trazos de voltaje de banda limitada (70-150Hz) en estos electrodos estaban significativamente correlacionados entre los pares de electrodos (r = 0,11 ± 0,03, media ± SE; signo de rango de Wilcoxon, p = 0,008). Asimismo, los cursos temporales de BGA a nivel de población fueron altamente comparables entre las dos regiones (Figura 5D).

En los pacientes con electrodos tanto en PI como en STG (n=8) correlacionamos la actividad en el par de electrodos más cercano (separación 11,9 ± 2,9 mm) (Figura 6B). En contraste con la correlación AI-FO, los trazos de voltaje de banda limitada en estos pares de electrodos no estaban significativamente correlacionados (r = 0,01 ± 0,03, media ± SE; signo de rango de Wilcoxon, p = 0,74).»

En general, los análisis que se hicieron proporcionan algunos resultados relativamente claros con respecto a la localización y el momento de la actividad en la ínsula (al menos posterior) durante varias tareas del habla, motoras y sensoriales. Pero, en mi opinión, las interpretaciones son muy exageradas. En general, este trabajo parece ser una serie de descripciones de la actividad, muchas de las cuales son novedosas. Pero no me queda claro cómo esto cambia nuestra comprensión de la producción del habla o de las redes de percepción del habla en el cerebro, y específicamente hacia el objetivo declarado del artículo, que es la comprensión del papel de la ínsula en estas redes.

Este estudio fue motivado inicialmente por la literatura prevalente que asocia la producción del habla y la ínsula, derivada de los resultados de las lesiones (Dronkers, 1996; Marien et al., 2001; Ogar et al., 2006; Itabashi et al., 2016) y estudios de imagen funcional (Mutschler et al., 2009; Adank, 2012; McGettigan et al., 2013; Ardila et al., 2014; Oh et al., 2014). El artículo de Dronkers de 1996 que relaciona la ínsula anterior con la interrupción del habla ha acumulado ahora >1300 citas y la ínsula anterior se ha incluido en varios modelos de alto perfil de la producción del habla y el lenguaje (Hickok y Poeppel, 2007 (citado 3474 veces) y Dehaene, 2009). Además, el papel de la ínsula como nodo prearticulatorio se ha utilizado como explicación de la apraxia del habla (Ogar et al., 2006; Baldo et al., 2011); En contra de las predicciones de estos modelos (todos ellos derivados de estudios que utilizan técnicas sin la resolución temporal necesaria para confirmarlo), no encontramos una actividad prearticulatoria significativa que se origine en la ínsula; más concretamente, mostramos que la multitud de estudios de RMf que se han interpretado para mostrar que la ínsula anterior genera actividad durante la producción del habla han atribuido erróneamente la actividad del opérculo frontal a la ínsula anterior.

2) En general, las hipótesis específicas son difíciles de seguir. Por ejemplo, la hipótesis expuesta en la Introducción parece sugerir que el vínculo FO/AI mostrado más adelante en el artículo es una hipótesis a priori. Sin embargo, la forma en que está escrita la sección de Resultados, no está claro si los autores realmente sospechaban que este era el caso, o si observaron la actividad de IA de baja amplitud y luego trataron de probar si realmente refleja FO.

Creímos que éramos claros en nuestras declaraciones en la sección que el revisor plantea. Hemos incluido lo siguiente en la introducción para aclarar nuestra hipótesis inicial.

«Aquí, realizamos grabaciones directas e invasivas de la actividad cortical de múltiples sitios a través de la ínsula en ambos hemisferios, en pacientes sometidos a la localización de convulsiones para la epilepsia intratable, poniendo a prueba las teorías generadas a partir de la literatura existente, a saber, que la ínsula actúa como una región preparatoria prearticulatoria.»

En la Introducción, nos referimos al IFG como confundidor de los estudios de imagen funcional y lesional del SPG. La literatura de fMRI muestra grupos de activación relacionados con el habla que se atribuyen a la ínsula anterior pero que creemos que se originan en la FO. Los estudios lesionales (Hillis et al., 2004) implican al IFG como probable alternativa a la ínsula como causa de la apraxia del habla. Por lo tanto, también nos preocupaba la posibilidad de que contaminara las señales registradas en la ínsula mediante electrodos sEEG. Afortunadamente, la señal de la banda γ es muy focal y disminuye rápidamente con la distancia. Esta resolución espacial nos permitió desambiguar los papeles específicos de AI y FO en nuestro estudio (Figura 2, Figura 5; Vídeo 1).

Un ejemplo relacionado es que los ROIs mencionados brevemente en la subsección «Comparación de la ínsula anterior y el opérculo frontal» (y detallado más en la sección de materiales y métodos) no indican que hubiera una razón particular (posiblemente otra que un conjunto de resultados de fMRI brevemente mencionados) para parcelar la ínsula en anterior/posterior. Por lo tanto, estoy confundido sobre la hipótesis y cómo se relaciona con la anterior fMRI y la literatura de lesiones mencionadas en la Introducción.

La ínsula se define por los límites anatómicos entre los giros cortos insulares (anterior) y los giros largos (posterior) (Naidich et al., 2004). Esto también está respaldado por la literatura existente que también invoca roles funcionales separables – la ínsula anterior se presume como el lugar principal de la actividad relacionada con la producción del habla en los estudios de imágenes funcionales (Mutschler et al., 2009; Adank, 2012; McGettigan et al., 2013; Ardila et al., 2014; Oh et al., 2014). Sin embargo, la ínsula posterior está más fuertemente vinculada al procesamiento somatosensorial y nociceptivo (Stephani et al., 2011; García-Larrea, 2012).

«Para comparar el momento de la activación de otras regiones funcionales con la ínsula, utilizamos ROIs basados en la conocida parcelación anatómico-funcional de la ínsula, separando los giros cortos (anterior) y los giros largos (posterior) (Naidich et al., 2004), y se dirigieron a regiones adyacentes bien establecidas como implicadas en la producción del habla, como se detalla en los métodos: giro temporal superior izquierdo (STG; corteza auditiva primaria y secundaria), surco central bilateral (CS) y giro frontal inferior izquierdo (IFG) (Figura 1C).»

Otro ejemplo: el cuarto párrafo de la subsección «Comparación de la ínsula anterior y el opérculo frontal». El párrafo comienza diciendo que el objetivo es desambiguar algo (lo que no está claro – ¿es STG vs ínsula, o auditivo vs sensoriomotor?). Al final del párrafo, se afirma que el STG y la ínsula posterior son funcionalmente separables. La amplitud relativa de la activación entre el habla y la escucha en ambas regiones no desambiguan realmente el papel de estas regiones, simplemente muestran que una tiene mayor actividad que la otra en cada tarea (también sin tener en cuenta la extensa literatura sobre respuestas suprimidas durante el habla autoproducida en áreas como el STG). El análisis de la Figura 6 cuantifica esto de una manera ligeramente diferente, aunque en última instancia es el mismo análisis, y por lo tanto no creo que refuerce la afirmación.

Nuestro objetivo de este análisis era mostrar una disociación funcional entre PI y STG. Mientras que, como se ha demostrado anteriormente, el STG está suprimido durante el habla autogenerada, la ínsula posterior no lo está y, de hecho, muestra una activación preferente. Nuestra separación de la representación entre la Figura 2 y la Figura 6 es para mostrar que este efecto se puede ver en el nivel de electrodo individual en cada ROI y no es un efecto de la combinación de respuestas en toda la región.

Hemos reescrito toda la subsección «Cronología de la activación insular» para mejorar la claridad. Somos muy conscientes de la supresión inducida por el habla de la corteza auditiva y ahora hemos incluido referencias a esta literatura sobre la supresión de los sonidos autogenerados en nuestra sección de Discusión.

«Para comparar la cronología de la activación de otras regiones funcionales con la ínsula, utilizamos ROIs basados en la conocida parcelación anatómico-funcional de la ínsula, separando los giros cortos (anterior) y los giros largos (posterior) (Naidich et al., 2004), y apuntando a regiones adyacentes bien establecidas como implicadas en la producción del habla, como se detalla en los métodos: giro temporal superior izquierdo (STG – corteza auditiva primaria y secundaria), surco central bilateral (CS) y giro frontal inferior izquierdo (IFG) (Figura 1C). Tanto durante la lectura como durante la denominación, la actividad en estos ROIs fue la esperada (Figura 2). La activación del IFG comenzó ~750 ms antes del inicio del habla, antes de la activación del CS. La actividad del CS fue máxima al inicio del habla y poco después del inicio del habla, el STG se activó.

La ínsula posterior se activó exclusivamente después del inicio del habla, lo que implica que no desempeñó un papel en la planificación del habla. No hubo diferencias en la amplitud de la activación con distintos niveles de complejidad de la articulación -nombres monosilábicos simples frente a palabras leídas complejas (signo de rango de Wilcoxon, 200-600ms; p=0,083) y respuestas de nombres multisilábicos (p=0,898) (Figura 2-suplemento gráfico 1). La única diferencia observada fue un efecto de duración, con tiempos de articulación más largos y, por tanto, una mayor duración de la activación para las palabras multisilábicas (600-1000ms; p=0,024). En la ínsula posterior, los tiempos de respuesta se asemejaron mucho a los del STG, con tiempos de inicio, desplazamiento y pico de actividad similares. Como se esperaba, a partir de otros estudios de la corteza auditiva, el STG respondió más fuertemente al habla externa que al habla autogenerada (p=0,002) (Figura 2-suplemento gráfico 1). Sin embargo, la ínsula posterior mostró una respuesta significativamente mayor durante la producción del habla que durante la escucha del habla (p=0,019) – por lo que estas dos regiones adyacentes son funcionalmente disociables.

La ínsula anterior mostró una activación muy débil aunque significativa en ambas tareas de articulación del habla, comenzando poco después del IFG. Esta respuesta de baja amplitud se hizo significativa por primera vez alrededor de 150 ms antes del inicio del habla y permaneció activa durante toda la duración del habla, concurriendo con la ínsula posterior y el STG. Esta respuesta, pequeña pero fiable, podría representar un procesamiento local de baja magnitud, pero también podría representar la actividad de una región adyacente activa, como el opérculo frontal que recubre la ínsula.»

Sección de discusión

«Este perfil de activación en PI es el opuesto al STG. Es bien sabido que la corteza auditiva se suprime durante el habla autogenerada (Creutzfeldt et al., 1989; Paus et al., 1996; Numminen et al., 1999; Chan et al., 2014) y los sonidos autogenerados (Rummell et al., 2016; Singla et al., 2017), probablemente como resultado de las interacciones entre la retroalimentación sensorial auditiva y no auditiva en la corteza auditiva. Mientras que el STG es más activo durante el habla producida externamente que el habla autogenerada, la actividad insular posterior no se suprime en respuesta a la articulación y más bien, es más activa durante el habla autogenerada.»

De manera similar, la interpretación de la relación FO/AI en la Discusión también presenta afirmaciones de que el presente manuscrito explica los datos de la lesión, pero sin mucha claridad en cuanto a cómo descarta las supuestas alternativas (subsección «Ínsula posterior»; ¿qué hace que las alternativas sean «menos probables»?).

Eso no es exactamente lo que hemos dicho: Los análisis lesionales en casos de apraxia del habla, atribuyen el problema a (i) la alteración de la planificación prearticulatoria en la ínsula, (ii) la alteración de la planificación prearticulatoria en el IFG o (iii) la alteración de la integración audio-motora. Nuestro estudio proporciona la primera evidencia clara para descartar la primera posibilidad y en su lugar invoca la alteración del IFG o del FO. Hemos realizado modificaciones en el párrafo correspondiente para evitar interpretaciones erróneas.

«El análisis lesional en los casos de apraxia del habla, atribuye la causa principal a (i) la alteración de la planificación prearticulatoria en la circunvolución posterior corta superior izquierda, (también llamada circunvolución precentral de la ínsula), (ii) la alteración de la planificación prearticulatoria en el IFG o (iii) la alteración de la integración audio-motora. Nuestro estudio aporta pruebas para descartar la primera posibilidad. Dada la falta de actividad prearticulatoria mostrada en este estudio y la falta de relación de la activación con la complejidad de la articulación, es poco probable que las lesiones de esta región sean cruciales para el AM. (Kent, 2000; Baldo et al., 2011). Aunque nuestros resultados son sugestivos de la integración audio-motora en el ALG no tenemos evidencia directa de esta función (Kent y Rosenbek, 1983; Rogers et al., 1996; Maas et al., 2015). Por lo tanto, nuestros hallazgos apoyan mejor que el AOS represente una alteración del IFG (Hillis et al., 2004; Fedorenko et al., 2015).»

3) No me queda claro por qué los autores ponen tanto foco en la relación FO/AI mientras no prueban la misma hipótesis para el STG/PI. Hasta donde yo sé, estas regiones tienen ubicaciones similares próximas, y dependiendo de las trayectorias de los electrodos de profundidad, podrían teóricamente recoger las mismas señales. También en este caso, las diferencias en la amplitud de la respuesta entre las tareas de habla y de escucha no desambiguarían realmente estas regiones ni en términos de señales compartidas ni de propiedades funcionales. Creo que se necesitan enfoques adicionales para hacer la afirmación de FO/AI (y quizás también para probar la afirmación de STG/PI), incluyendo el modelado de la propagación espacial de la BGA y/o la estimulación de un solo pulso para buscar electrodos funcionalmente conectados.

Estábamos centrados en la IA y la FO dado el papel principal que se le ha atribuido a la IA en explicaciones anteriores de la apraxia del habla. Ahora hemos realizado e incluido un análisis de correlación cruzada de los datos de los trazos de voltaje de los pares de electrodos dentro de estas regiones contiguas (subsección «Comparación de la ínsula anterior y el opérculo frontal», subsección «Actividad de la ínsula posterior frente al giro temporal superior»). En la comparación AI-FO existe una correlación significativa entre las señales y esto no se observa en la comparación PI-STG.

«Debido a las trayectorias oblicuas utilizadas para el muestreo de la ínsula, la mayoría de los pacientes (n=13) con electrodos de la ínsula anterior tenían un electrodo cercano en la misma sonda (separación 5,7 ± 2,2 mm) que estaba localizado en el opérculo frontal (Figura 5C). Los trazos de voltaje de banda limitada (70-150Hz) de estos electrodos estaban significativamente correlacionados entre los pares de electrodos (r = 0,11 ± 0,03, media ± SE; signo de rango de Wilcoxon, p = 0,008). Además, los cursos de tiempo de BGA a nivel de población fueron altamente comparables entre las dos regiones (Figura 5D).»

«En los pacientes con electrodos tanto en PI como en STG tomamos el par de electrodos más cercano (separación 11,9 ± 2,9 mm) (Figura 6B). Los trazos de voltaje de banda limitada en estos pares de electrodos no estaban significativamente correlacionados entre los pares de electrodos (r = 0,01 ± 0,03, media ± SE; signo de rango de Wilcoxon, p = 0,74).»

4) ¿Por qué la Figura 4 y la Figura 6 sólo muestran datos del hemisferio izquierdo? La Figura 1 y la Figura 3 muestran una clara cobertura bilateral, y en ocasiones, los autores afirman que los efectos son efectivamente bilaterales. Sin embargo, el párrafo de resumen al final de la sección de Discusión afirma repentinamente que estos efectos están lateralizados a la izquierda.

No habíamos incluido los datos del hemisferio derecho dado que no teníamos una cobertura suficientemente amplia del hemisferio derecho para ejecutar un análisis MEMA significativo – Específicamente, para el análisis MEMA se requiere generalmente una cobertura mínima de 3 pacientes en cualquier región dada. En deferencia a la petición del revisor, también hemos representado los datos del hemisferio derecho en la Figura 6 y se ha corregido la ambigüedad del párrafo de resumen.

«En resumen, encontramos que la ínsula no sirve para roles preparatorios prearticulatorios, y que las cortezas insulares posteriores bilaterales pueden funcionar como regiones de integración o monitoreo auditivo y somatosensorial.»

Revisor #3:

1) En general, el uso de «giro temporal superior» para significar todo el núcleo auditivo, el cinturón y las áreas parabólicas está bien, pero me pareció que distraía al principio ya que diferentes giros dentro del giro temporal superior pueden tener roles funcionales muy diferentes. Por ejemplo, gran parte de la actividad registrada en el ROI del STG parece estar en la circunvolución temporal transversal (circunvolución de Heschl), que podría ser parcelada como un área separada. No sugiero que los autores necesiten hacer esto, más bien, sería bueno declarar por adelantado (por ejemplo, en la sección de Resultados, o en todo caso antes de la sección de métodos) que esta ROI era una región grande que abarcaba la corteza auditiva primaria, secundaria y terciaria.

Ahora hemos añadido esta distinción a nuestra sección de Resultados:

«giro temporal superior izquierdo (STG; corteza auditiva primaria y secundaria)»

2) Los autores señalan que el ~75% de las respuestas en la tarea de denominación fueron correctamente articuladas y utilizaron la elección de palabra más común. Si el número de ensayos lo permite, los autores podrían considerar la posibilidad de comparar un subconjunto de los ensayos de error del ~25% (articulaciones incorrectas) con los ensayos correctos para determinar si la ínsula posterior muestra una diferencia en la magnitud de la respuesta o el tiempo cuando el enunciado es incorrecto. Si la ínsula posterior es realmente crítica para el autocontrol y está implicada en la disartria, esto podría proporcionar una visión clave de cómo ocurre ese proceso.

Como indicamos en la sección de Materiales y métodos, en los ensayos de denominación los pacientes no estaban limitados en su respuesta. Para permitirnos asegurar que las articulaciones específicas eran monosilábicas o multisilábicas sólo analizamos los ensayos con respuestas que eran de las palabras esperadas para un estímulo dado. >El 95% de las respuestas estaban correctamente articuladas, pero el ~25% de ellas eligieron una palabra que no era la más comúnmente asociada al estímulo visual presentado (por ejemplo pájaro en lugar de pelícano), por lo tanto, para una agrupación razonable de los datos y los análisis a nivel de población, excluimos estos ensayos con variaciones en las respuestas.

3) En la Figura 2, la gran escala de actividad en las áreas motoras y en la circunvolución temporal superior hace que la escala de colores se desborde. Sugeriría escalar cada fila de paneles de -máximo a +máximo dentro de una ROI, ya que la principal comparación que se hace con estos es a través de las tareas, mientras que la comparación a través de las áreas se puede hacer utilizando los paneles A-D.

El GTS y el CS han sido reescalados para una mejor visualización.

4) En relación con el punto (1), en la Figura 3, los autores muestran la diferencia en la activación para leer y escuchar para aislar las contribuciones del habla generada externamente frente a la autogenerada. Es difícil distinguir la diferencia entre el STG, la circunvolución de Heschl y las regiones de la ínsula. Sugeriría que los autores dibujen un ROI sobre las regiones que están clasificando como cada área anatómica.

En la Figura 3 estamos mostrando puramente la ínsula, con el STG y la circunvolución de Heschl ocultos ya que normalmente estarían oscureciendo la ínsula en esta representación.

5) Durante la tarea de escucha, los pacientes oyen palabras que presumiblemente no son las mismas que las que generan en las tareas de lectura y denominación. Hasta qué punto estas diferencias acústicas podrían influir en sus resultados? ¿Esperan los autores que las respuestas durante una condición de reproducción muestren el mismo resultado que su tarea de escucha? Un análisis de las propiedades acústicas de los sonidos de lectura/nombramiento frente a los de escucha podría ser útil en este caso.

Dentro de las tareas de lectura y escucha tenemos una gama de estímulos fonológicamente diversos. La lectura consistió en 60 palabras únicas y la escucha contenía 72 oraciones con una estructura de oraciones y fonemas iniciales de palabras variables. Puede haber variaciones en la actividad insular posterior impulsadas por los efectos fonológicos, pero esto no resta valor a nuestros hallazgos principales y está más allá del alcance de este estudio.

6) Aunque menos participantes completaron la tarea de praxis, sería útil ver esta tarea como un gráfico similar al de la Figura 2, en una figura suplementaria. Actualmente la tarea de praxis se muestra sólo en la Figura 3B para dos puntos de tiempo promediados, por lo que es difícil saber si el curso temporal de la actividad es similar a las otras tareas.

En deferencia a los deseos del revisor, realizamos un análisis de subgrupo utilizando sólo aquellos pacientes que realizaron la tarea de praxis (n = 8). Representamos estos resultados en la Figura 2-suplemento gráfico 2.

«Además, en la tarea de praxis observamos una activación significativa en la ínsula posterior donde no se vio ninguna en el STG (Figura 2-suplemento gráfico 2).»

https://doi.org/10.7554/eLife.53086.sa2

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