Foto de Kyle Smith en Unsplash/ Imagen representativaNo parece haber un camino intermedio con los biopics. o te gusta uno o no te gusta. Al menos, así me ocurre a mí.
‘Dolemite es mi nombre'(2019) es un biopic de un tipo inusual, ya que cuenta la historia de un hombre inusual: Rudy ray Moore.
Para los no iniciados, Moore es un inconformista de la Blaxploitation que actuó como el personaje Dolemite en sus actuaciones de stand-up y más tarde en películas, la primera de las cuales -también llamada simplemente ‘Dolemite’- que se estrenó en 1975.
En la película de 2019 que es a la vez un extraño a y una celebración del colorido personaje que fue Moore, es interpretado por Eddie Murphy.
Seguro que has oído decir que esta es la mejor interpretación de Murphy en mucho tiempo, y sin duda es cierto.
Cuando comienza la película, nos encontramos a Moore pasando su tiempo como dependiente de una pequeña tienda de discos, en el lado equivocado de los cuarenta, luciendo una barriga en un cuerpo que no está precisamente hecho para la gran pantalla, no si lo comparas con los actores de cine convencionales.
Pero nada se interpondrá entre Moore y la fama que anhela, ni el hecho de que su actuación como maestro de ceremonias en un bar local apenas haga que el público se dé cuenta y se ría, ni el hecho de que apenas gane lo suficiente para llegar a fin de mes.
El primer paso hacia la fama lo da, literalmente, en la calle, grabando chistes contados por indigentes que viven en las calles cercanas a la tienda de discos donde trabaja.
Entonces crea el personaje de Dolemite, que con su colorido atuendo parece más un chulo que un cómico, y cuenta los chistes alborotados y cargados de palabrotas que aprendió de los indigentes con más brío que talento, para dejar al público boquiabierto.
Cuando los productores de discos se niegan a publicar sus comedias para el consumo público por su supuesta vileza, él se adelanta, las hace y las vende en la parte trasera de un camión.
Cuando se convierte en una especie de sensación cómica, pone sus ojos más altos: en la gran pantalla de las paredes poco iluminadas de las salas de cine, para ser precisos.
Apuesta todos los beneficios futuros de sus registros cómicos en su primera producción cinematográfica, «Dolemite», que realiza con un puñado de amigos y algo más que una pizca de actitud «voluntariosa».
Aporta a su producción cinematográfica la misma mezcla de falta de talento y entusiasmo alocado por la comedia que le convirtió en una sensación cómica de stand up. En contra del criterio de la crítica establecida, ‘Dolemtite’ -una película que mezclaba comedia y kung fu entre otras cosas en una duración casi sin argumento- llegó a ganar 10 millones de dólares en la taquilla (50 millones de dólares en términos actuales.)
La idea de decir no a quien te dice que no puedes convertirte en lo que deseas es una idea que el Moore de Murphy reitera muchas veces en la película a diferentes personajes. A todas luces, esa idea es algo que impulsa a muchas almas a lugares como Los Ángeles y Bombay en busca de su momento de protagonismo. Y muchos más de los que realmente lo consiguen salen mal parados del empeño.
Pero Moore en la película tiene un impulso interior para demostrar que su padre -que siempre dijo que no llegaría a nada- se equivocaba. Y esa base le da al personaje una dimensión y una profundidad de la que generalmente carecen muchos biopics que pretenden ser «retratos íntimos de sus sujetos».
Y la calidez que le da esta profundidad de carácter es una de las razones clave por las que no puede dejar de gustarte esta película.
Con algunas escenas ridículamente divertidas, interpretadas por Murphy con garbo, ‘Dolemite is my name’ es una gozada de ver.
Esto es especialmente así porque la fanfarronería de Moore y su estilo a la hora de emitir los diálogos le han valido el título de ‘Padrino del rap’. Y todo lo que tenga que ver con uno de los géneros musicales más potentes que existen tiene que ser un bombazo, ¿no os parece?
Pero eso no quiere decir que la película esté exenta de defectos.
Ciertas escenas se hacen un poco largas y podrían haberse recortado. Además, me gustaría que la fotografía de Eric Steelberg hubiera reflejado la energía virtuosa que Moore aporta a sus proyectos. Tal y como está, el trabajo de cámara, que se basa en técnicas de bloqueo convencionales, hace que la película parezca que podría haber sido realizada en cualquier momento de las últimas tres o cuatro décadas, algo que dista mucho de las locas innovaciones del tema de la película.
Pero esos son pecados perdonables en una película que está llena de vida y alegría para difundir.