¿Alguna vez has llegado al final del día y te has preguntado dónde se ha ido el tiempo? O ¿alguna vez has llegado al final del día y te has sentido agobiado por el arrepentimiento por la forma en que manejaste una situación o trataste a alguien? ¿Has recibido alguna vez una buena noticia, o te has sentido aliviado por algo en tu día, y sin embargo rara vez has tenido tiempo para celebrar y vivir de la alegría y la libertad que esas noticias te inspiraban? Si eres como yo, a menudo hay tal ajetreo de actividades, responsabilidades y ocupaciones en el día, que el acto de la vida diaria puede convertirse en un borrón definido por los acontecimientos en lugar de la experiencia diaria de vivir la vida con riqueza.
San Ignacio, el fundador de los jesuitas, sabía esto sobre nosotros como seres humanos. Sabía que podemos distraernos y apegarnos a muchas cosas en la vida. También sabía que, aunque algunas de nuestras distracciones pueden ser vivificantes, la mayoría tienden a alejarnos de nuestro mejor sentido de nosotros mismos y de Dios, y en realidad pueden interferir en nuestra relación más profunda con Dios. Ignacio tuvo la sabiduría y la perspicacia de ver que Dios, como creador de todo, existe en todo y que, en medio de nuestra vida distraída, podemos perder el amor, el poder, la enseñanza y la sustancia de Dios en nuestros días.
Para ayudarnos a estar más presentes y disciplinados a la experiencia de Dios en la vida diaria, y para animarnos a vivir más conscientemente en y de la presencia de Dios en nuestra vida diaria, Ignacio nos regaló lo que él llamaba «la oración más importante» que podíamos hacer, el Examen de Conciencia diario o el Examen diario. En el Examen, tenemos la oportunidad de dedicar unos momentos a repasar nuestro día, prestando especial atención a los momentos en los que más hemos sentido la presencia de Dios con nosotros, y a la inversa, tomando conciencia de los momentos en los que nos hemos sentido separados de Dios. Además, el Examen nos invita a vivir en la gratitud, ya que se nos pide que recordemos a las personas, situaciones y acontecimientos de nuestro día por los que estamos más agradecidos, y también que pidamos una bendición especial y una oración por esas esperanzas y preocupaciones de nuestro corazón. Por último, el Examen nos recuerda que cada día podemos pedir perdón por todas y cada una de las transgresiones en las que sentimos que no hemos seguido el mejor camino que Dios nos ofrece en nuestras palabras, pensamientos o acciones. Al reconocer nuestra necesidad de perdón y el deseo de Dios de perdonarnos a través de este examen de conciencia diario, se hace posible el poder y la libertad de vivir en continua redención. Nuestro camino espiritual se convierte en una experiencia dinámica de vida consciente basada en nuestra relación con Dios.
Aunque hay muchos artículos y escritos contemporáneos maravillosos que sugieren varios métodos para proceder con el Examen, encuentro que lo más efectivo para mí es mantener el método incluyendo unos simples 5 pasos, y mantengo la disciplina del tiempo y el lugar para el Examen estructurado cada día. Me gusta hacer mi examen diario por la noche, cuando me acuesto. Respiro profundamente y empiezo a repasar mi día desde la mañana hasta la noche. En primer lugar, recuerdo todos los acontecimientos, personas, relaciones y circunstancias de ese día por los que estoy más agradecido, y alabo a Dios por su generosa bondad en mi vida. A continuación, dedico unos instantes a recordar diferentes períodos de gracia o circunstancias en los que he sido consciente de la presencia consoladora de Dios en el día, ya sea a través de una visión obtenida o de la resolución creativa de un problema, o de la presencia de un amigo querido o de una conversación necesaria. A continuación, reviso mi día con la mirada puesta en los lugares en los que me sentí separado de Dios, lugares de desolación en mi espíritu. Estos recuerdos para mí a menudo consisten en momentos y circunstancias durante el día en los que me sentí ansioso o sentí la necesidad de tener el control. Adicionalmente, los tiempos de desolación para mí pueden incluir circunstancias dentro del día en las que guié desde mis propias necesidades e impulsos del ego en lugar de orar y permitir que el poder y la sorpresa del Espíritu Santo guíen mis pensamientos y acciones. Entonces llevo este conocimiento a Dios en oración y pido perdón por aquellas formas en las que me separé de Dios, y aquellas formas en las que no actué, hablé o pensé de una manera que es consistente con mi llamado cristiano o de una manera que es indicativa de mis propios valores personales. Por último, le pido a Dios que bendiga todas aquellas preocupaciones, personas y deseos de mi corazón, y le pido a Dios que me ayude a ser la persona que Dios me llama a ser en el día de mañana.
Para mí, el Examen diario proporciona una estructura de oración que me permite recordar que mi relación con Dios necesita intención, tiempo y atención cada día, y que las experiencias de mi vida diaria me dirigen a conocer los caminos que Dios me llama y me forma en mi vida como cristiano católico. A través de la práctica consciente y la disciplina de esta oración, puedo aprender mejor a reconocer la presencia de Dios en mi vida, y puedo ser más exigente y responsable en mi capacidad de responder a Dios cada día.