¿Forrest Gump era autista?

«¡Gump! ¿Cuál es tu único propósito en este ejército?»
«¡Hacer lo que usted me diga, sargento instructor!»
«¡Maldita sea, Gump! ¡Eres un maldito genio! Esta es la respuesta más sobresaliente que he escuchado. Debes tener un maldito coeficiente intelectual de 160. Eres un maldito superdotado, soldado Gump».

Para la mayoría de la gente, la escena entre el instructor del ejército y el recluta Forrest Gump en la película homónima no es más que otro de los divertidos incidentes en los que se encuentra Gump.

Pero también es uno de los muchos indicios dispersos a lo largo de la película de que el personaje podría ser autista.

Ni el autor Winston Groom ni el protagonista Tom Hanks ni el director Robert Zemeckis han comentado nunca su opinión sobre si se pretendía o no que Forrest fuera retratado como autista. De hecho, en el momento en que Groom publicó la novela, en 1986, el autismo todavía era poco conocido y no era reconocido por la mayoría de la gente. Habría sido extraordinario que Groom hubiera creado el personaje con el autismo en mente y todas las pruebas apuntan a la idea de que simplemente pretendía que Forrest fuera un individuo de bajo coeficiente intelectual que tropezaba con algunos de los acontecimientos más históricos de la historia reciente.

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Pero una cosa que tiene el arte y la literatura es que está constantemente sometida a la revalorización e interpretación del público y de los críticos. Para muchas familias y profesionales (como los analistas aplicados de la conducta) que trabajan habitualmente con individuos del espectro autista, los comportamientos de Gump tocan la fibra sensible del reconocimiento.

De hecho, dos médicos japoneses han iniciado ese camino, quizá con la lengua en la boca, y han realizado un diagnóstico oficial de Gump según los criterios del trastorno autista del DSM-IV, descartando posibles diagnósticos alternativos como el trastorno de Rett o el trastorno desintegrativo infantil según las pruebas observacionales aportadas en la novela.

El genio es como el genio

Gump va por la vida como un inepto, ajeno a las señales y normas sociales, pero poseedor de una habilidad para concentrarse en los detalles técnicos y seguir instrucciones claras con una precisión de láser. Verle desmontar y volver a montar un fusil de combate M-14 en el cuartel es muy parecido a ver a un autista construir castillos con Legos: la precisión y la velocidad son fruto de la pura dedicación a la tarea.

Y las personas con formación militar y ojo avizor que se fijen en las condecoraciones del uniforme de clase A de Gump más adelante en la película notarán que ha llevado esa dedicación aún más lejos: lleva una Insignia de Calificación de Fusilero Experto, la más alta insignia de puntería disponible en el Ejército.

Así que no está del todo claro que Gump sea estúpido; como le gusta decir a su madre, la estupidez es lo que hace la estupidez, y Gump se las arregla para hacer un montón de cosas que no son tan estúpidas, sólo concentradas e intensas. Su concentración en la gestión de su barco camaronero demuestra compromiso y perseverancia, pero aunque otros lo interpretan como pura estupidez, su método da sus frutos al final.

La vida es como una caja de bombones

Puesto en un entorno con reglas y sistemas bien definidos, Gump destaca. Cuando se le dice que la clave del éxito para jugar al ping pong es no apartar nunca la vista de la pelota, no hay un segundo de juego en el que lo haga. Además, su práctica es obsesiva, tanto con otros jugadores como por su cuenta, durante horas y horas… lo suficiente como para acabar llevándolo a China a competir por Estados Unidos en la diplomacia del ping pong.

Los analistas de conducta aplicada (ABA) que trabajan con pacientes autistas han visto este tipo de concentración antes y es muy posible que hayan hecho el mismo uso que el instructor de Gump y los profesores de ping pong.

También han visto un montón de pacientes con TEA que tienen una especie de energía nerviosa, una especie de hiperactividad y movimientos motores repetitivos que los ABA intentan redirigir hacia comportamientos más saludables… correr, por ejemplo, tal y como hace Forrest de forma famosa.

La capacidad de canalizar los comportamientos obsesivos en acciones positivas es algo que la madre de Forrest tiene en común con los ABA. Su lección a Forrest, instándole a abrazar la vida y a aceptar que «nunca sabes lo que vas a conseguir» es una buena lección para que la recuerden todos los proveedores que trabajan con pacientes con TEA.

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