Hay innumerables formas de incorporar los cristales a nuestra vida diaria. Mientras que Star sugiere bañarse con halita rosa «para sanar el corazón», o dormir con selenita «para aclarar un asunto en el tiempo de los sueños», muchas personas -y un número creciente de empresas- están llevando las cosas más allá. Contratan a empresas de diseño como The Cristalline, que ha decorado el suelo del estudio de Toomey y el interior de la meca de la belleza natural neoyorquina CAP, para infundir la energía de los cristales en sus espacios. «Tener cristales a nuestro alrededor es una forma de conectar con la naturaleza, que nos conecta con la tierra», dice la cofundadora de Cristalline, Rashia Bell. «E incluso si no entiendes la energía, pero la miras y te hace sentir bien, eso es suficiente: está teniendo el efecto deseado».

De hecho, cuando se trata de la curación con cristales, el poder de estos minerales puede estar más en nuestra mente que en cualquier otra cosa. El mero hecho de dedicar un momento a concentrarnos en ellos puede hacernos más conscientes, o proporcionarnos un momento de paz, que podría ser incluso más valioso que las propias piedras. El tratamiento estrella del Modrn Sanctuary de Manhattan -un lujoso centro de bienestar que también ofrece tratamientos faciales con cristales, masajes y terapias en salas de sal- es una sesión de 30 a 60 minutos tumbado en una cama vibratoria bajo siete grandes cristales, a través de los cuales se dirigen varias luces de colores al cuerpo. «Pase lo que pase, todo el mundo sale y dice: ‘Me siento tan tranquilo y con la mente despejada'», afirma la propietaria Alexandra Janelli. «Lo han descrito como la meditación más profunda que han hecho nunca. Es casi como un reinicio mental. Y sea un efecto placebo o no, es increíble».

La esteticista Marie Reynolds utiliza cristales a diario, llevando una selección metida en el sujetador, ya que cree que tienen que estar en contacto con la piel para aportar los mayores beneficios de sus vibraciones energéticas, no metidos en el bolso. «Si necesitas un estímulo, el simple hecho de sentarte con un cristal en la mano durante 20 minutos puede ayudarte», afirma. También puedes añadirlos a tu baño para obtener la misma «recarga» positiva».

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