En 1901, James Jerome Hill, presidente y principal accionista del Great Northern Railway, consiguió el apoyo financiero de J. P. Morgan e intentó hacerse con el Chicago, Burlington and Quincy Railroad (CB&Q). El Burlington daba servicio a una región rica en tráfico del Medio Oeste y las Grandes Llanuras, estaba bien gestionado y era bastante rentable. Poseía una línea muy bien diseñada que conectaba las Ciudades Gemelas con el centro ferroviario de la nación, Chicago, lo que la hacía especialmente atractiva como complemento de la Great Northern de Hill.
La estrategia de Hill era que su ferrocarril y la Northern Pacific Railway de Morgan compraran conjuntamente la CB&Q. Sin embargo, Edward Henry Harriman, presidente del Union Pacific Railroad y del Southern Pacific Railroad, también quería comprar el Chicago, Burlington and Quincy. Harriman exigió un tercio de la CB&Q, pero Hill se negó. Harriman comenzó entonces a comprar acciones de Northern Pacific, lo que obligó a Hill y Morgan a contraatacar comprando también más acciones. El precio de las acciones de Northern Pacific se disparó, y las acciones artificialmente elevadas amenazaron con provocar una caída en la Bolsa de Nueva York. Hill y Morgan lograron finalmente obtener más acciones de Northern Pacific que Harriman y obtuvieron el control no sólo de Northern Pacific sino también de Chicago, Burlington y Quincy.
Presionado por las acciones de Harriman, Hill creó un holding -la Northern Securities Company- para controlar los tres ferrocarriles. El público se alarmó mucho por la formación de Northern Securities, que amenazaba con convertirse en la mayor empresa del mundo y monopolizar el tráfico ferroviario en el oeste de Estados Unidos. Sin embargo, el presidente William McKinley no estaba dispuesto a entablar un litigio antimonopolio contra Hill. Sin embargo, McKinley fue asesinado, y su vicepresidente progresista, Theodore Roosevelt, ordenó al Departamento de Justicia de los Estados Unidos que iniciara un proceso contra Northern Securities.