El pasado en color cuenta con el trabajo de la colorista Marina Amaral, que da vida a fotos en blanco y negro con color aplicado digitalmente.
Preparado pero infravalorado, John Quincy Adams fue un presidente de primeras veces. Fue el primer presidente que no fue padre fundador. El primer hijo de un presidente en ser elegido. El primero en casarse con una mujer nacida fuera de Estados Unidos. También es el primer presidente del que se conservan fotos: entre ellas ésta, tomada en su casa de Massachusetts en 1843, mucho después de que Adams dejara el cargo -su presidencia duró entre 1825 y 29- y sólo cinco años antes de su muerte a la avanzada edad de 80 años.
La imagen fue realizada por un artista de origen alemán llamado Philip Haas, que emigró joven a Estados Unidos pero viajó a París para aprender el arte del daguerrotipo. Esta nueva y apasionante tecnología, la primera técnica fotográfica que se puso a disposición del público, surgió en 1839, en honor a su inventor Louis-Jacques-Mandé Daguerre. Cambió la forma en que los seres humanos veían el mundo, y a los líderes mundiales.
LA FOTOGRAFÍA
Los daguerrotipos eran difíciles de producir: requerían el tratamiento químico de láminas de cobre plateadas, que debían exponerse durante mucho tiempo, con el riesgo de que la imagen quedara borrosa. También son técnicamente difíciles de colorear. Su antigüedad significa que suelen contener mucha textura, arañazos y «ruido» visual en toda la imagen, a menudo en zonas vitales como la cara y las manos. Todo esto requiere un acto de equilibrio, en el que el colorista debe suavizar las imperfecciones sin comprometer el contenido de la foto original.
La fama de Adams hace que conozcamos muy bien los colores de su pelo, ojos y piel en la vejez: Un vistazo al retrato al óleo de George Caleb Bingham que cuelga en la National Portrait Gallery nos da mucha información al respecto. Pero luego volvemos al daguerrotipo, y descubrimos que incluso cuando conocemos los colores que queremos utilizar, a veces es difícil hacer que se «peguen» a la imagen, sobre todo en sus zonas más brillantes y más oscuras -aquí la alfombra, la silla y la mesa-.
DÍA DE LOS PRESIDENTES
Las imágenes de los presidentes están entretejidas en el tejido de la cultura y la sociedad estadounidenses. Al comienzo de la Guerra de Secesión, los Demand Notes (los precursores de los billetes federales) se imprimieron con la imagen de Abraham Lincoln. El Monte Rushmore, con esculturas gigantes de Washington, Thomas Jefferson, Teddy Roosevelt y Lincoln, se terminó en 1941. Los retratos de presidentes y primeras damas, como los presentados esta semana de Barack y Michelle Obama, son una gran noticia, tanto si se realizan en papel fotográfico como en lienzo.
Luego está el Día de los Presidentes. Creado originalmente en la década de 1880 como el cumpleaños de Washington para conmemorar el nacimiento del primer presidente el 22 de febrero de 1732, su propósito se ha ampliado a lo largo de los años. En 1968 el Congreso debatió cambiar el nombre de la fiesta para rendir homenaje a Lincoln, que nació el 12 de febrero de 1809. Aunque nunca se adoptó oficialmente, hoy se habla del Día de los Presidentes, un día de descanso público para rendir homenaje a los 45 comandantes en jefe: los buenos, los malos y los fotogénicos.