Oh, vamos. No finjas que nunca te lo has preguntado.
Aquí tienes el resultado de un experimento de los años 20, durante el cual un estudiante de Harvard se inyectaba alcohol por el recto cada noche. Fue a un determinado laboratorio, los científicos le cubrieron de sensores que monitorizaban su ritmo cardíaco y su respiración. Le hicieron tumbarse boca abajo en una cama. Y luego le insertaban un pequeño catéter en el ano.
De alguna manera, el estudiante consiguió dormirse así. (Debían de trabajar mucho los estudiantes en Harvard durante los años 20, porque a las 9:30 ya estaba dormido). A eso de la medianoche, entró la «inyección de alcohol», aunque inyección es una palabra fuerte. Las inyecciones entraban en el catéter gota a gota, para no despertar al estudiante. A veces consistían en una solución que contenía, en total, 37,5 gramos de alcohol etílico; otras veces sólo contenían solución salina.
A las seis de la tarde el estudiante se despertó, presumiblemente sacó el catéter de su culo, y se le hicieron pruebas de metabolismo y tiempo de respuesta. Una bebida estándar contiene unos 14 gramos de alcohol, y los científicos querían ver si sus dos «tragos» y medio a medianoche tenían algún efecto medible en él. Lo que encontraron fue que la ingestión de alcohol tuvo «un efecto positivo», es decir, un efecto real, no bueno. En general, encontraron que el «efecto del alcohol… está claramente en la dirección de una acción depresiva, y que estos efectos concuerdan en cuanto a la dirección con otros resultados obtenidos por la alimentación de alcohol por vía oral.»
Publicidad
Así que no es necesario consumir el alcohol por vía rectal, gente. Tendréis los mismos efectos si os lo bebéis.