La verdad es que todos nos inyectamos insulina. Todos los hombres, mujeres, niños, chimpancés, nutrias marinas y hasta los peces. La insulina es un elemento fundamental que comparten todos los bichos del planeta. La insulina es la hormona que permite que el azúcar pase de la sangre a las células. Una analogía que se da a menudo es imaginar cada célula del cuerpo como una pequeña casa con una puerta cerrada. La insulina es la llave que abre la puerta para que el repartidor de pizzas pueda cogerla.
Así que en las personas no diabéticas, cuando la célula pide una pizza el páncreas envía al repartidor con un juego de llaves para la puerta principal de la célula. (Dejemos de lado por el momento la idea de que el repartidor de pizzas tenga llaves de tu casa es algo más que un poco espeluznante). El repartidor llega al umbral de la célula, abre la puerta y entrega la pizza.
Ahora, en los diabéticos de tipo 1, como yo, nuestro sistema inmunológico ha matado todas las células del páncreas que producen insulina. Así que tenemos una cadena de pizzas sin conductores. Literalmente, morimos si no nos inyectamos. Supongo que se podría comparar las inyecciones con el hecho de que la cadena de pizzerías recurra a un servicio temporal y contrate a algunos conductores para ese día.
La diabetes tipo 2 es un poco diferente. Montones y montones de conductores, pero son imbéciles y siguen saliendo de la pizzería con las llaves equivocadas. No pueden abrir las puertas en las celdas, las celdas tienen hambre y se enfadan y llaman al páncreas y dicen «¡oye, hemos pedido una pizza hace una hora y el #@$% conductor no ha aparecido todavía!». Y el páncreas es como, hey, enviamos al tipo… no sabemos qué ha pasado, pero enviaremos otro conductor pronto.
Lo que ocurre en los T-2 se llama resistencia a la insulina. Durante un tiempo, el cuerpo produce mucha, mucha insulina, pero no funciona muy bien. Para luchar contra esta resistencia, el cuerpo sobreproduce insulina y eventualmente todo este exceso de trabajo quema el páncreas. De hecho, mientras el cuerpo pueda seguir el ritmo, la mayoría de las personas no saben que tienen diabetes. Se calcula que en el momento del diagnóstico, a la mayoría de los T-2 sólo les queda un 10% de su capacidad de producción de insulina. A los 14 años del diagnóstico, puede haber desaparecido. Una vez que ha desaparecido, hay que reponerla para mantener los niveles de azúcar seguros. Y eso significa inyecciones. En resumen: la mayoría de los diabéticos acabarán necesitando insulina. Es la naturaleza de la enfermedad, no un fallo por parte de la persona.
Última nota: a las mujeres con diabetes gestacional se les suele administrar insulina por el simple hecho de que, al ser una hormona natural, es seguro para su bebé que la tome.