«Veréis muchos de vosotros no entendéis a Kendrick Lamar/Porque os preguntáis cómo puedo hablar de dinero, putas, ropa, Dios e historia en la misma frase.»
Antes de que presentara al mundo a Sherane, antes de que fuera el catalizador de los debates políticos en Fox News y antes de que su golpe de izquierda se hiciera viral, Kendrick Lamar no era más que un joven escuálido de 1,70 metros que intentaba hacerse un nombre a través de la música en Compton, California. Inspirado en gran medida por sus predecesores de la Costa Oeste, grupos de rap alternativo como Souls of Mischief y A Tribe Called Quest, y prolíficos artistas contemporáneos como Kanye West y Lil’ Wayne, Kendrick había publicado una serie de mixtapes que llamaron principalmente la atención de sus comunidades y amigos en California. A pesar de ello, su última mixtape, O(verly) D(edicated), acabaría cosechando los rumores y la aclamación que le ayudarían a romper el techo de hormigón del underground.
Lanzada en 2010, la cinta de 14 pistas había conseguido llegar a los oídos de Dr. Dre, a través de Paul Rosenberg, mánager de Eminem, que le mostró el breve vídeo de Ignorance is Bliss. Además, le ayudaría a aterrizar en la portada de Freshman de XXL 2011, entre Mac Miller, Lil’ B y YG. La mixtape, en la que rapea sobre ritmos producidos principalmente por el equipo de producción interno de Top Dawg Entertainment, Digi+Phonics, muestra a un MC conocedor del mundo que le rodea y que, además, tiene un don para encadenar palabras. En Average Joe, ilustra un episodio en el que casi le disparan cuando volvía a casa desde el instituto. En el primer tema, The Heart Part 2, rapea la que posiblemente sea mi letra favorita de todo el proyecto: «Lo pasado, pasado está, pero de donde yo vengo/compramos armas y más armas». La mixtape también lo separó de sus compañeros del gangsta-rap de la Costa Oeste y, en general, de muchos de los MCs que estaban de moda en ese momento. Una canción como H.O.C., en la que Kendrick confiesa que no fuma hierba, probablemente no habría acabado en el Rolling Papers de Wiz Khalifa, ni encajaba en el típico molde de rapero machista que muchos intentaban emular. Pero Kendrick no trataba de imitar a nadie. En lugar de estar en la discoteca o haciendo de pandillero en un callejón sin salida local, estaba en el estudio de la Biblia o robando la furgoneta de su madre para salir con sus amigos. Se las arregló para amalgamar su perspectiva única sobre los problemas con ritmos espaciales para producir música que sobresalía de la multitud. Aunque la mixtape es estupenda, al volver a escucharla ahora, se puede ver que Kendrick estaba empezando a convertirse en el artista de la palabra que reconocemos ahora.