¿Cómo se «pierde» la identidad?
La pérdida de la identidad puede ser un proceso largo durante un periodo de meses o años, pero también puede ocurrir de forma repentina tras un acontecimiento vital importante o un trauma. La pérdida de identidad puede seguir a todo tipo de cambios; cambios en el lugar de trabajo, pérdida de un empleo o profesión, pérdida de un papel que nos definía, como hijo, como padre, como cónyuge. Esto deja un hueco, un abismo, un espacio vacío. Esta pérdida de identidad puede dar lugar a un aumento de los niveles de ansiedad generalizada, baja autoestima, depresión, pérdida de confianza en uno mismo, ansiedad social, aislamiento, soledad crónica, todo lo cual amenaza nuestra capacidad para conectar con otras personas.
También se puede perder la identidad a través de la fusión gradual en una relación. Una relación sana debería ser recíproca para fomentar y mantener el sentido individual de uno mismo. Al fin y al cabo, eso debería ser seguramente lo que atrajera a la pareja en primer lugar.
Podemos perder algo de identidad, incluso en las relaciones más sanas, a medida que nos acomodamos, ajustamos nuestros comportamientos y apoyamos a nuestras parejas, y puede haber algún cambio en nuestro nivel de independencia, ya que puede establecerse un pequeño nivel de codependencia. Sin embargo, en algunas relaciones, especialmente las abusivas, esto podría ser más marcado, lo que resulta en una aniquilación virtual de la independencia, y una pérdida total de quién eres.
Cuando perdemos nuestra identidad y el sentido del yo, es probable que busquemos nuestro sentido de autoestima en los demás. De repente se vuelve muy importante cómo nos ven los demás, ya que nuestro sentido de valor y autoestima, nuestros sentimientos de confianza, dependen de factores externos como nuestra apariencia física, el éxito, el estatus, el dinero e incluso la fama. En consecuencia, buscamos que los demás nos tranquilicen y nos alaben para sentirnos bien con nosotros mismos, pero en realidad nuestro bienestar emocional depende de cómo nos sentimos con nosotros mismos.
Nuestro sentido del yo -nuestra «identidad»- no debería provenir de lo que los demás piensen de nosotros, de nuestro aspecto o de nuestro comportamiento, y sin embargo nos preocupa ser juzgados o medidos por los demás (y no estar a la altura de sus exigencias), por lo que nos ponemos una farsa, una máscara. Todos lo hacemos a veces: presentar el «mejor yo», cuando por dentro podemos sentirnos muy diferentes al verdadero «yo» que se esconde debajo, pero cuando esto sucede todo el tiempo, puede ser un problema.
Esta dependencia de la validación externa impide que el verdadero «tú» salga a la luz, e impacta en el crecimiento personal, así como en la oportunidad de ser feliz. La baja autoestima puede estar vinculada a problemas del pasado, desde la infancia y la negligencia de los padres, desde el abuso y el trauma, desde el acoso en la infancia, y esto a menudo da forma a cómo nos vemos a nosotros mismos y luego cómo interactuamos con los demás.
Estos sentimientos pueden volver a desencadenarse por acontecimientos vitales importantes o por un cambio en las circunstancias de la vida. Puede haber un anhelo de aceptación social y de reafirmación por parte de los demás; de hacerse notar, de ser amado, de ser deseado y necesitado, de ser atendido. Si tienes una baja autoestima, puede que no te gustes mucho a ti mismo, y hay una tendencia a buscar tu autoestima en fuentes externas y en relaciones que se vuelven cada vez más importantes y a veces poco saludables, para hacernos felices.
Terapia, asesoramiento y redescubrimiento de tu identidad
La relación más importante que tendrás es contigo mismo. Tu bienestar emocional depende de lo que sientas por ti, como resultado de la relación que tienes contigo mismo.
Ser consciente de que has «perdido» tu identidad es uno de los primeros pasos para volver a encontrarla. La psicoterapia y el asesoramiento pueden ayudarte a responder a la pregunta «¿quién soy?». Mediante la terapia y el asesoramiento, tienes la oportunidad de explorar quién eres, qué te ha convertido en «tú», definir tus propias cualidades y atributos, y dejar de depender de la validación externa de los demás. Esto puede ayudarte a perder las etiquetas que te has colgado al cuello, a detener tu búsqueda de reconocimiento externo y a encontrar tu verdadera identidad.
Quieres que el verdadero «tú» se ponga de pie, por favor.