La historia de los tomates como alimento

¿Tuh-MAY-toh o Tuh-MAH-to? La pronunciación no importa cuando se trata de esta fabulosa y nutritiva fruta conocida como verdura. Es difícil de creer que una fuente de alimento tan utilizada se considerara antes mortalmente venenosa. Disponible durante todo el año en fresco y en conserva, no faltan usos para esta versátil «verdura»

Historia del tomate

El botánico francés Tournefort dio el nombre botánico latino, Lycopersicon esculentum, al tomate. Se traduce como «melocotón lobo»: melocotón porque era redondo y sabroso y lobo porque se consideraba erróneamente venenoso. El botánico tomó erróneamente el tomate por el melocotón de lobo al que se refería Galeno en sus escritos del siglo III, es decir, veneno en un envase apetecible que se utilizaba para destruir a los lobos.

La palabra inglesa tomato proviene del español, tomate, derivado del náhuatl (lengua azteca), tomatl. Apareció por primera vez impresa en 1595. Miembro de la familia de las solanáceas mortales, los europeos pensaron erróneamente que los tomates eran venenosos (aunque las hojas sí lo son) y desconfiaban de sus frutos brillantes. Las versiones nativas eran pequeñas, como los tomates cherry, y muy probablemente amarillas en lugar de rojas.

El tomate es originario del oeste de Sudamérica y de Centroamérica. En 1519, Cortés descubrió que los tomates crecían en los jardines de Moctezuma y llevó las semillas a Europa, donde se plantaron como curiosidades ornamentales, pero no se comieron.
Lo más probable es que la primera variedad que llegó a Europa fuera de color amarillo, ya que en España e Italia se conocían como pomi d’oro, que significa manzanas amarillas. Italia fue la primera en adoptar y cultivar el tomate fuera de Sudamérica.

Los franceses se referían al tomate como pommes d’amour, o manzanas del amor, ya que pensaban que tenían propiedades afrodisíacas estimulantes.

La creación de la sopa de tomate condensada

En 1897, el magnate de la sopa Joseph Campbell sacó a la luz la sopa de tomate condensada, un movimiento que puso a la compañía en el camino de la riqueza, además de hacer que el tomate se hiciera más querido por el público en general.

Puede que Campbell hiciera popular la sopa de tomate, pero la primera receta se atribuye a Maria Parloa, cuyo libro de 1872 The Appledore Cook Book describe su sopa de tomate.

El alto contenido ácido del tomate lo convierte en un candidato ideal para el enlatado, lo que constituye una de las principales razones por las que el tomate se enlataba más que cualquier otra fruta o verdura a finales del siglo XIX.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *